3 de septiembre de 2013

De lo que sucedió a la gran Semíramis, hija del aire...

(Sobre la obra La hija del aire de la Compañia Teatral Nicaragüense)




Por Zoa Cuellar




El espectáculo La hija del aire, versión de Charles Delgadillo sobre los textos de Pedro Calderón de la Barca y Cristóbal de Virués, el más reciente estreno de la también naciente agrupación “Compañía Teatral Nicaragüense”. Esta obra está basada en el mito clásico occidental de la reina Semíramis, fundadora de la antigua Babilonia. Esta heroína clásica, como es característica particular de la tragedia, lucha contra su destino ya predeterminado por los dioses. En torno de 1580 Virués escribe sobre este mito y titula su obra "La gran Semíramis". Este autor buscaba la innovación de la escena española ya que para esa época el teatro trágico era casi desconocido. Nos propone a una soberana sobresaliente en la actividad bélica y civil, pero mancillada por muchos actos ofensivos y violentos y por una arrolladora pasión erótica que finaliza con la acción incestuosa con su propio hijo, Ninias. Este texto tuvo aportes significativos e innovaciones a la dramaturgia española de la época, como la propuesta de una estructura externa dividida en tres jornadas, siendo cada una de estas jornadas o actos, una tragedia en sí misma, podríamos hablar de una trilogía de Semíramis. Cabe resaltar que Virués era senequista.


En el texto de Calderón, titulado "La hija del aire", no se toma como punto de partida los valiosos temas que provenían de las fuentes de los trágicos que lo habían precedido y propone temas convenientes y más cercanos al espectador de su época. Sus ejes principales se centraron en: las empresas bélicas de la reina, la desenfrenada ambición y sus ansias de poder y las aspiraciones de libertad que la ponen en conflicto con su trágico destino, es importante tomar en cuenta que Calderón hace hincapié en la libertad física que logra el personaje en contraposición a su libertad moral, la cual no consigue. Este dramaturgo propone un nuevo personaje, que es la síntesis del pastor con el personaje vaticinador Tiresias. 

En la puesta en escena, La hija del aire, dirigida por Alfredo Guzmán se conjuga el planteamiento calderoniano con respecto al personaje protagónico, Semíramis. La obra da inicio con una Semíramis erótica y en la progresión dramática se percibe su transformación y en cada uno de sus vestuarios se subraya su nuevo cambio. Un personaje ambicioso que poco a poco logra ascender sin importar los medios. La escena casi desprovista de elementos escenográficos con un telón de fondo semi transparente que denota la muralla que divide la ciudad del campo, en el centro fondo de la escena hay una tarima con una silla en el medio, representa el trono real. El personaje de Tiresias se mantiene, en este caso es nombrado en la obra como Yumurí, quien es narrador de los hechos trágicos y al final de esta puesta en escena se da un giro al mito pues Semíramis es “curada”, por Yumurí, de su mal en un ritual que hace vaga referencia al Wallagallo garífuna. 


En toda la propuesta estética se observa un intento de síntesis con la cultura africana, tanto en el diseño de vestuario como en la gestualidad de los actores y actrices. Los personajes masculinos, Nino, Mennón, Lidoro, Lisías, Licas y Friso visten casi el mismo diseño de vestuario, se diferencian por pequeñas características como los colores y un dibujo particular en la parte de atrás de su vestimenta, lamentablemente a lo lejos no se aprecia este último detalle.

Este espectáculo se enfrenta con grandes retos, por un lado la propuesta actoral es anti-naturalista lo que provoca que el trabajo del actor lleve una línea de acciones bastante precisa y clara, meta que no se logra alcanzar en la puesta ya que hay un excesivo uso de la gestualidad lo que oscurece y hasta caricaturiza a los personajes, al igual que no se logra equilibrar los diferentes estilos de actuación presentes en la escena. La dificultad de los actores de enunciar los textos de una manera fluida se debe a los diálogos en verso que en ocasiones se fraccionan tanto que deja en evidencia la no aprehensión de estos, se suma la falta de proyección de las voces y las dificultades en la dicción.  Por otro lado la propuesta musical es muy elemental y la danza no explota el rito del Wallagallo y es hasta el final de la obra que se representa una corta coreografía de Yumurí la cual no le procura a la escena una atmósfera ritual.

La tradición trágica occidental no esta tan difundida en el quehacer teatral nacional y es osada la intención de Guzmán de involucrar esta puesta en escena con la cultura Garífuna y el ritual del Wallagallo casi desconocidos en el país.



2 comentarios:

  1. No se hasta que punto el director introduce el walagallo en esta obra si este ritual ocupa el sacrificio de animales, tambores rituales y un grupo de personas que acompañan al Zukia en su ritual de curación. No es mala la idea del señor director pero sin un sustento serio a nivel investigativo no debería como dice la gente tocar a dios con las manos sucias.

    Aqui dejo un link, acerca de una propuesta acerca del tema

    http://karebarro.una.edu.ni/index.php/karebarro/article/view/14/13

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